Extraído de: http://ahotsa.info/edukia/paga-de-incentivos
Me entero de que una persona que trabaja en el Servicio Navarro de Salud – Osasunbidea ha renunciado a la “paga de inventivos”.
Pero dudosa también en sí misma. De repente, en 1992, a algún sesudx directivx se le ocurre que nos merecemos un añadido a nuestra paga. Es seguramente la misma persona que nos viene negando algunas de nuestras demandas colectivas, pero el juego del poder parece ser ese: dar y negar a su criterio.
Y para justificar su decisión y utilizarla a su criterio y en su provecho se le ocurre la idea de asignarla en función de una hipotética consecución de objetivos, llamándola “paga de incentivos”. Su imaginación no da para pensar otra forma de incentivar que la económica. Como si la calidad de nuestro trabajo, el bienestar social que sea capaz de generar u otra forma de reconocimiento no fueran capaces de tener peso alguno en nuestras motivaciones. Con su “money, money” nos reduce a cada una de las personas de la plantilla que administra a una especie de balance de cuentas, sin pararse a pensar que nuestros criterios de valoración puedan ir más allá de la hondura del bolsillo. A la vez, la utilización de ese criterio lo alienta hasta que acabe por imponerse.
Por más que sea cierto que trabajamos por el dinero que necesitamos para cubrir nuestras necesidades, a una persona que trabaja en un servicio público en un campo tan sensible como la salud si no le incentiva la propia naturaleza de su trabajo, difícilmente le va a incentivar un poco más de salario. Incluso esa paga que nos dan tiene algo de trato denigrante cuando se nos viene racaneando en sustituciones, en cargas y ritmos de trabajo y en otros conceptos que pudieran ayudarnos a una mejora de nuestras condiciones laborales y una mejor atención a la comunidad.
Tengo que reconocer que durante muchos años en activo cobré esa paga, sin tener la claridad de criterios de valoración que debieran haberme llevado a rechazarla. El que una persona se anime a hacerlo me parece un acto de dignidad, una buena noticia cuyo ejemplo hay que animar a seguir. Ojalá esa actitud se extienda y ayude a impulsar otros criterios y otras formas de funcionamiento.
Y para justificar su decisión y utilizarla a su criterio y en su provecho se le ocurre la idea de asignarla en función de una hipotética consecución de objetivos, llamándola “paga de incentivos”. Su imaginación no da para pensar otra forma de incentivar que la económica. Como si la calidad de nuestro trabajo, el bienestar social que sea capaz de generar u otra forma de reconocimiento no fueran capaces de tener peso alguno en nuestras motivaciones. Con su “money, money” nos reduce a cada una de las personas de la plantilla que administra a una especie de balance de cuentas, sin pararse a pensar que nuestros criterios de valoración puedan ir más allá de la hondura del bolsillo. A la vez, la utilización de ese criterio lo alienta hasta que acabe por imponerse.
Por más que sea cierto que trabajamos por el dinero que necesitamos para cubrir nuestras necesidades, a una persona que trabaja en un servicio público en un campo tan sensible como la salud si no le incentiva la propia naturaleza de su trabajo, difícilmente le va a incentivar un poco más de salario. Incluso esa paga que nos dan tiene algo de trato denigrante cuando se nos viene racaneando en sustituciones, en cargas y ritmos de trabajo y en otros conceptos que pudieran ayudarnos a una mejora de nuestras condiciones laborales y una mejor atención a la comunidad.
Tengo que reconocer que durante muchos años en activo cobré esa paga, sin tener la claridad de criterios de valoración que debieran haberme llevado a rechazarla. El que una persona se anime a hacerlo me parece un acto de dignidad, una buena noticia cuyo ejemplo hay que animar a seguir. Ojalá esa actitud se extienda y ayude a impulsar otros criterios y otras formas de funcionamiento.
Chema Berro
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