Uno de los grandes caballos de batalla del neoliberalismo rampante es la pretendida ineficacia y elevado precio de los servicios públicos, servicios que por tanto deberían ser privatizados en aras de una mejor gestión de los impuestos de los contribuyentes, con el considerable ahorro para las arcas públicas y así poder ofrecer además un mejor servicio a los ciudadanos. Sin embargo, este dogma casi religioso, repetido hasta la saciedad por los voceros del pensamiento único, es desmontado una y otra vez por la dura realidad cuando se analizan en profundidad y de manera científica los datos objetivos.
Desde que allá en el ya lejano 1983 la Dama de Hierro iniciara la privatización del sistema sanitario inglés con primero la externalización de los servicios logísticos de los hospitales (lavandería, limpieza y cocina) y después el trasvase directo de hospitales completos a la gestión privada en aras de un supuesto ahorro en los siempre sospechosos servicios públicos, se ha venido desarrollando en tierras de su graciosa majestad un claro enfrentamiento entre los más que minoritarios defensores de la sanidad pública, que argumentan que la privatización más o menos encubierta del sistema sanitario es un engaño económico y un despropósito médico que pone en riesgo la salud y a veces la vida de las enfermos [1, 2 y 3] y las propias empresas del sector que, con una planificada agenda de relaciones públicas debidamente publicitada en diferentes medios de comunicación que reciben pingues emolumentos por la emisión de lo que únicamente es propaganda empresarial y apoyada por toda una cohorte de políticos afines, por el contrario defienden que los casos que han ido apareciendo a lo largo de los años son simples anécdotas y que la calidad y el precio de sus servicios son imbatibles.
Y aunque ya han pasado más de tres décadas desde esa polémica decisión de la Sra. Thatcher hasta la actualidad no se había abordado la cuestión desde un punto de vista científico, sobre todo por falta de homogeneidad en los datos epidemiológicos. Sin embargo, y ante el aumento de infecciones por las ya triste y peligrosamente famosas bacterias multiresistentes a los antibióticos, el NHS británico instauró en el año 2009 la obligatoriedad de informar de este tipo de infecciones. Así, analizando los datos correspondientes al periodo 2010-2014 de este tipo de patologías fuertemente ligadas a la limpieza hospitalaria un grupo multidisciplinar de investigadores británicos ha podido comparar la eficacia de la externalización logística en 126 centros sanitarios de Inglaterra sujetos o no a este tipo de privatización de servicios.
Tras el estudio riguroso mediante análisis multivariable de las estadísticas epidemiológicas de ese lustro los autores del estudio concluyen que la externalización de la limpieza hospitalaria hace aumentar un nada despreciable 29% la incidencia de sufrir estas peligrosas infecciones en los hospitales con servicios de limpieza privatizados. Teniendo en cuenta que las infecciones con bacterias multiresistentes suelen hacer un uso extensivo y prolongado de los recursos más sofísticados y caros de los hospitales como son las unidades de cuidados intensivos, el ahorro en la factura bruta de estos servicios (que los mismos autores del estudio cuantifican en un más que discreto 8%), al final no sólo no puede compensar desde el punto de vista económico sino que además lo hace a costa de poner en riesgo la salud y a veces la vida de los pacientes.
Y estos datos que pueden razonablemente ser extrapolados al conjunto de dolencias tratadas en los hospitales están en consonancia con estudios previos realizados en EEUU [4, 5 y 6] que muestran muy a las claras que dejar en manos de la iniciativa privada y el ánimo de lucro capitalista un sector tan sensible como el sanitario, no sólo no ahorra dinero a la larga (cuánta razón tiene el viejo proverbio castellano de que “al final lo barato sale caro”) sino lo que es muchísimo más grave, acaba repercutiendo gravemente en la salud de la ciudadanía.
Desde que allá en el ya lejano 1983 la Dama de Hierro iniciara la privatización del sistema sanitario inglés con primero la externalización de los servicios logísticos de los hospitales (lavandería, limpieza y cocina) y después el trasvase directo de hospitales completos a la gestión privada en aras de un supuesto ahorro en los siempre sospechosos servicios públicos, se ha venido desarrollando en tierras de su graciosa majestad un claro enfrentamiento entre los más que minoritarios defensores de la sanidad pública, que argumentan que la privatización más o menos encubierta del sistema sanitario es un engaño económico y un despropósito médico que pone en riesgo la salud y a veces la vida de las enfermos [1, 2 y 3] y las propias empresas del sector que, con una planificada agenda de relaciones públicas debidamente publicitada en diferentes medios de comunicación que reciben pingues emolumentos por la emisión de lo que únicamente es propaganda empresarial y apoyada por toda una cohorte de políticos afines, por el contrario defienden que los casos que han ido apareciendo a lo largo de los años son simples anécdotas y que la calidad y el precio de sus servicios son imbatibles.
Y aunque ya han pasado más de tres décadas desde esa polémica decisión de la Sra. Thatcher hasta la actualidad no se había abordado la cuestión desde un punto de vista científico, sobre todo por falta de homogeneidad en los datos epidemiológicos. Sin embargo, y ante el aumento de infecciones por las ya triste y peligrosamente famosas bacterias multiresistentes a los antibióticos, el NHS británico instauró en el año 2009 la obligatoriedad de informar de este tipo de infecciones. Así, analizando los datos correspondientes al periodo 2010-2014 de este tipo de patologías fuertemente ligadas a la limpieza hospitalaria un grupo multidisciplinar de investigadores británicos ha podido comparar la eficacia de la externalización logística en 126 centros sanitarios de Inglaterra sujetos o no a este tipo de privatización de servicios.
Tras el estudio riguroso mediante análisis multivariable de las estadísticas epidemiológicas de ese lustro los autores del estudio concluyen que la externalización de la limpieza hospitalaria hace aumentar un nada despreciable 29% la incidencia de sufrir estas peligrosas infecciones en los hospitales con servicios de limpieza privatizados. Teniendo en cuenta que las infecciones con bacterias multiresistentes suelen hacer un uso extensivo y prolongado de los recursos más sofísticados y caros de los hospitales como son las unidades de cuidados intensivos, el ahorro en la factura bruta de estos servicios (que los mismos autores del estudio cuantifican en un más que discreto 8%), al final no sólo no puede compensar desde el punto de vista económico sino que además lo hace a costa de poner en riesgo la salud y a veces la vida de los pacientes.
Y estos datos que pueden razonablemente ser extrapolados al conjunto de dolencias tratadas en los hospitales están en consonancia con estudios previos realizados en EEUU [4, 5 y 6] que muestran muy a las claras que dejar en manos de la iniciativa privada y el ánimo de lucro capitalista un sector tan sensible como el sanitario, no sólo no ahorra dinero a la larga (cuánta razón tiene el viejo proverbio castellano de que “al final lo barato sale caro”) sino lo que es muchísimo más grave, acaba repercutiendo gravemente en la salud de la ciudadanía.
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