Vivimos una situación compleja, ante la que es necesario convivir con un alto nivel de incertidumbre, e ir desarrollando los suficientes mecanismos para adaptarnos a los cambios que de continuo se están generando. Partimos de la convicción de que no existen fórmulas mágicas, pero de que sí que podemos y debemos hacer todo lo posible por mejorar la situación.
A nadie se le escapa que los niveles de salud se ven fundamentalmente determinados por una serie de factores que tienen que ver –entre otras cosas– con las importantes desigualdades económicas y sociales, el deterioro medioambiental, las barreras lingüísticas, la insuficiencia de un adecuado sistema de cuidados, los problemas de vivienda, una más que mejorable Ley de Prevención de Riesgos Laborales, o los insuficientes recursos destinados tanto a Salud como a Servicios Sociales y de Educación.
En este marco, consideramos decisivo el papel de la Atención Primaria como garante del Sistema de Salud. El trabajo de sus profesionales pasa desde la atención a la demanda, al diagnóstico de casos, al control a domicilio o a la información para minimizar contagios.