Vivimos una situación compleja, ante la que es necesario convivir con un alto nivel de incertidumbre, e ir desarrollando los suficientes mecanismos para adaptarnos a los cambios que de continuo se están generando. Partimos de la convicción de que no existen fórmulas mágicas, pero de que sí que podemos y debemos hacer todo lo posible por mejorar la situación.
A nadie se le escapa que los niveles de salud se ven fundamentalmente determinados por una serie de factores que tienen que ver –entre otras cosas– con las importantes desigualdades económicas y sociales, el deterioro medioambiental, las barreras lingüísticas, la insuficiencia de un adecuado sistema de cuidados, los problemas de vivienda, una más que mejorable Ley de Prevención de Riesgos Laborales, o los insuficientes recursos destinados tanto a Salud como a Servicios Sociales y de Educación.
Los valores en los que se basa la Atención Primaria son cruciales en esta pandemia. Hablamos de la longitudinalidad –atender a las personas a lo largo de sus vidas–; del trabajo comunitario –conocimiento del territorio donde se desarrolla la vida cotidiana, con acento en la promoción y prevención–; del trabajo multidisciplinar –personal administrativo, de trabajo social, medicina y enfermería–; y del trabajo en Equipo –donde los casos pueden ser discutidos y valorados–.
Hay que partir del hecho de que en Atención Primaria la situación previa ya era complicada debido a un bajo presupuesto y a la no recuperación de los recortes de la crisis 2008, en la que la Sanidad perdió 6 puntos del PIB, se empeoraron las ratios de personal y la temporalidad llegó a ser del 30%. Con la pandemia, y ante el lógico aumento de la demanda, el tema se ha complicado. Porque si bien es cierto que el modelo de atención anterior ya se había demostrado mejorable, en esta situación se ha tenido que adaptar para dar salida a las nuevas necesidades.
Sin embargo, en estos momentos se precisa mejorar el modelo actual para poder aumentar la calidad de la atención; se precisa adecuar el número de las consultas presenciales, ya que la presencia del paciente algunas veces es esencial para el diagnóstico, y puede evitar que pasen desapercibidos problemas de salud importantes. Es importante también a la hora de revisar las patologías crónicas y para la atención de personas mayores.
Interesa destacar el valor de las consultas no presenciales como complemento de las llamadas telefónicas previas para pedir consulta, del filtro de las mismas para dirigirla al recurso adecuado durante la primera ola de la pandemia. Todo ello, sin dejar de lado la necesidad de mantener la educación para la salud y atención comunitaria en la medida de lo posible, potenciando el autocuidado.
Yendo a lo concreto, y aún reconociendo todos los esfuerzos realizados y la validez de los mismos, el Departamento de Salud debería ir más allá. Debería realizar los necesarios cambios para poner la Atención Primaria en el centro del Sistema de Salud, financiándola suficientemente y caminando hacia el destino del 25% de los recursos del sistema (que actualmente solo llega al 14%).
Por otra parte, es fundamental cuidar la salud física y emocional de los profesionales. Es más necesario que nunca adecuar las plantillas, sanitarios y no sanitarios, a las nuevas situaciones y la necesidad de unas administrativas adiestradas en Atención Primaria.
De manera prioritaria, se debieran reforzar y rediseñar plantillas redistribuyendo al personal cuando sea necesario e intentar cubrir todas las bajas laborales y las vacaciones.
La Administración debería:
– Señalar a los centros de salud directrices claras y comunes de funcionamiento y corregir la variabilidad que hay de unos centros a otros. Debería fomentar la participación profesional. Y favorecer la coordinación entre todos los ámbitos y profesionales del Sistema y entre Atención Primaria y Atención Hospitalaria.
– Realizar cambios para transmitir a la población, contando con los medios de comunicación, una información adecuada sobre la evolución de la pandemia, sobre las medidas de control que se adoptan. Es necesario que dichas medidas vayan en línea de que la población pueda asumirlas; para ello, necesita conocer y comprender las razones de los cambios en el proceso de atención que se van produciendo en los centros de salud y en el Sistema Sanitario en general.
Reconozcamos también el esfuerzo de la población. Por una parte, ha hecho un esfuerzo para convivir con el miedo y la incertidumbre, y se ha tenido que enfrentar en ocasiones a situaciones límite, enfermedades y pérdidas humanas. Por otra parte, ha necesitado adaptarse a los cambios de funcionamiento en el acceso al centro de salud, por ejemplo, ante el nuevo y necesario papel jugado por las administrativas (que orientan sobre qué profesional debe atender la consulta, y ante situaciones agudas y crónicas). Aunque la población comprenda estas dificultades entendemos que reclame otros ajustes para recibir una adecuada atención.
En definitiva, ahora más que nunca, hay que reforzar los mermados servicios públicos, y atender a las personas más vulnerables. ¿Quién dijo que esto iba a ser fácil? Pero en ello nuestra Atención Primaria debe ser líder y ser potenciada más que nunca.
Asociación para la Defensa de la Salud Pública de Navarra-ADSPN / Nafarroako Osasun Publikoaren Aldeko Elkartea-NOPAE
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